El reacomodo de los sistemas económicos, políticos y del pensamiento de los siglos anteriores, que auguraban un mundo racional, moral y ético, no dieron los resultados esperados. En su lugar, se sucedieron las guerras mundiales, signos inequívocos de la decadencia moral de Occidente y todas sus justificaciones espirituales y filosóficas.
El existencialismo, desde sus inicios, ya notaba la incapacidad de Occidente para ordenar aquella transformación violenta. Los existencialistas del siglo XX que vivieron la Segunda Guerra Mundial tuvieron frente a sí las pruebas de la decadencia de los sistemas morales y éticos fundados en valores abstractos.