La solución se encontró en Europa, en 1860, cuando el belga Etienne Lenoir patentó, en Francia, el primer motor a explosión, el cual se adaptó muy bien a algunos prototipos construidos en Inglaterra, a finales del siglo XVIII el alemán Gottlieb Daimler construyo, en 1866, el primer automóvil propulsado por un motor de combustión interna. Su prototipo era un gigante, de casi 2 toneladas, que fue presentado en la Exposición de Paris de 1867 por su patrón el industrial alemán Nicholas August Otto. Esto fue la base de la nueva industria.