La moda, explica Barthes, «solo existe a través del discurso que se pronuncia sobre la moda, sin lo cual se puede reducir a una sintaxis muy rudimentaria que no tiene más riqueza que la del código vial: minifaldas se veían muy pocas; en el plano de la realidad no era más que un entusiasmo particular, casi excéntrico; pero ese rasgo se ha convertido rápido en objeto de un discurso general, público, y solo entonces adquirió una verdadera consistencia social y semiológica: lo que se dice revierte sobre lo que se lleva y lo que se ve