Al hacer un recorrido por las diferentes teorías de la organización que han surgido a los largo del tiempo, podemos interpretar que su evolución está directamente relacionada con el desarrollo alcanzado por el hombre en cada uno de los sistemas sociales por los que ha transitado, encontrando en cada una de estas teorías una concepción distinta del hombre, adaptada al contexto vivido para la época. Es así como se habla del hombre económico en el enfoque clásico de la administración, concebido bajo la idea de que toda persona está motivada únicamente por los beneficios salariales, económicos y materiales, por lo que éstos son considerados un factor determinante en los esfuerzos individuales de los trabajadores y hace que lleguen al máximo de su productividad, lo cual resulta altamente beneficioso para la empresa, porque genera mayores ganancias a quienes son sus dueños, pero a costa de la explotación, aprovechamiento y desgaste de sus trabajadores, lo cual hace que haya un total desequilibrio entre obrero-patrón, producto de la estrecha visión que se tenía sobre la naturaleza humana para la época de la revolución industrial. Sus representantes principales fueron Frederick W. Taylor (Administración Científica) y Henri Fayol (Enfoque Anatómico),
Como producto de la deshumanización en el trabajo, surge la necesidad de proponer una perspectiva que considerará la parte humana en las organizaciones; de allí se deriva el enfoque humanístico que apunta al estudio del hombre y su grupo social dentro de las organizaciones empresariales. Dentro de este enfoque se encuentra enmarcada la teoría de las relaciones humanas, de donde emerge la concepción del hombre social, cuya actuación está influenciada por normas y valores de los grupos sociales de los que forman parte y van a determinar su desempeño en el entorno organizacional, esta postura considera al hombre como ser social que tiene necesidad de establecer contactos sociales