El médico no esta obligado a renunciar a sus principios morales y sus derechos personalisimos en virtud de las demandas de cada uno de sus pacientes, o de la prescripción de normas sociales.
Tampoco está obligado a seguir cursos de acción, por demanda de sus pacientes, por presiones institucionales, que lesionen o contradigan la lex artis (normas de excelencia profesional en circunstancias de tiempo, modo y lugar en que ésta se ejerce), o el ordenamiento jurídico.