Solo en el siglo XIX se llegará a elaborar una concepción del trabajo similar a la actual. Esta visión moderna definitiva surge, por un lado, del imparable desarrollo de la ciencia y de la técnica que, si en los siglos XVII y XVIII, mostraba atisbos de lo que podría suponer en la actividad humana y en la transformación del mundo, en el siglo XIX se presenta ya como una realidad palpable, evidente y asombrosa. Los nuevos y numerosos inventos permiten realizar acciones impensables hasta ese momento, la capacidad humana de transformar la realidad se eleva hasta cotas insospechadas, se multiplican los niveles de producción de bienes y de riqueza, etc.