Los comportamientos se refuerzan a menudo por la estimulación sensorial corporal provocada, por ejemplo, un masaje. En personas con autismo y otros trastornos evolutivos, este tipo de consecuencias mantienen comportamientos repetitivos de auto-estimulación (como mecerse, girar las manos, mirar a la luz, golpear, arañarse la cara).
Dado que el refuerzo sensorial mantiene estas conductas estereotipadas o autolesivas, ha de ser el enriquecimiento del contexto que reduzca la deprivación sensorial.