Las parábolas, por su variedad, por su originalidad, por sus enseñanzas, hablan de que su autor es un genio. Sería un engaño si se dijera que se compusieron lentamente y luego limadas o pulidas; al contrario, brotaron espontáneamente de la imaginación y de la inteligencia del Salvador, como ejemplos vivos, destinados a completar y corroborar su doctrina.