A partir del siglo XI, se conquistaron extensos territorios que estaban escasamente poblados. Ante la dificultad de su repoblación, los reyes dividieron estas tierras en grandes latifundios y los entregaron a familias nobles, a la Iglesia y a las órdenes militares, integradas por monjes-soldados, cuya función era conquistar y defender los territorios frente a los musulmanes. Los campesinos que trabajaban en ellas eran siervos de los señores.
Así se repoblaron La Mancha, Extremadura, Baleares, Valencia, Murcia y Andalucía.