Se trata de situaciones de intercambio entre personas que fortalecen vínculos afectivos, favorecen la comunicación, afianzan procesos cognitivos, despiertan la creatividad, etc. A la vez permiten el trabajo de normas de convivencia, valores sociales, actitudes empíricas, etc.
El juego aparece como un medio de adaptación del niño o niña a la sociedad en que vive, y como implica una situación social de contacto con otros, el niño o niña se enfrenta a conflictos, colabora, aprender y comparte, de manera que se enriquece.
Piaget indica 3 tipos de estructuras que definen tipos de juego en la infancia: de ejercicio, simbólicos y de reglas.
Juego de ejercicio: de 0 a dos años
cubriendo la fase de desarrollo preverbal. Son conductas por placer, sin un fin concreto ni meta establecida.
Juego simbólico: de 2 a 7 año utilizan el símbolo o representación de lo ausente para jugar, dándose una comparación entre el objeto real y el subjetivo que se representa.
Juego de reglas: de 7 a 11 años, donde se regularizan las actividades lúdicas y la idea de obligación se comparte entre dos o más individuos.
A partir de los 5 años, comienza el contacto con las normas del juego, reglas de ejecución y éxito, rituales de preparación de juego, etc. El juego se hace más grupal y simbólico.
A partir de los 8 años, los niños y niñas comprenden mejor el sentido de las reglas y no las cumplen únicamente porque así se dicta. Las aceptan, pero son capaces de modificarlas si se da consenso para ello.