El riesgo cero no existe, ni con estas nuevas vacunas, ni con otras vacunas que ya existen en el mercado. Muchas vacunas, incluyendo las de COVID-19, pueden provocar una serie de efectos secundarios leves y pasajeros, como dolor en el brazo, inflamación, cansancio o dolor de cabeza. Y esto es normal. Quiere decir que el sistema inmune está reaccionando.
También pueden darse efectos adversos más graves. Pero si una vacuna se aprueba, es porque ha demostrado tener un buen perfil de seguridad, es decir que el riesgo de este tipo de eventos es muy bajo.
Ahora bien, cuando se empiece a inmunizar a cientos de miles de personas, es posible y esperable que ocurran algunos efectos adversos poco frecuentes que no se habían detectado antes, como por ejemplo reacciones alérgicas.
Al final, es una cuestión de evaluar riesgos y beneficios para cada vacuna. Los beneficios de la de COVID-19, en términos de muertes y casos evitados, superan por mucho los riesgos asociados a la vacunación.
Es cierto, además, que algunas vacunas usan nuevas tecnologías con las que tenemos poca experiencia, por lo que será importante seguir evaluando la seguridad a más largo plazo. De hecho, Pfizer tiene previsto seguir a las y los participantes de los ensayos durante dos años.