Confesión a Vallejo
Yo fui uno de ellos, les conseguí la soga.
Quise darles un cuchillo, lo desecharon.
Siguió lloviendo.
Sin remordimiento le di con piedras.
Esa vez no fui cobarde. No anduve ebrio.
Hoy sé que fue poeta, no me arrepiento,
porque a ellos hay que sacarles su huésped.
El golpe de un palo no es más doloroso que escribir un poema,
una cuchillada no es más mortal que la soledad,
aun muerto sus ojos seguirían muertos.
Estaba solo, como en un cuarto.
Siguió lloviendo. El frío conservó intacto su dolor.
Y siguió lloviendo.