La noche de el 7 junio 1926, terminado el trabajo, Gaudí decidió ir a la iglesia de San Felipe Negros para rezar: cruzando distraídamente una calle en pleno movimiento, fue atropellado por un tranvía de paso y dejado noqueado en el pavimento. Nadie supe que era él, también por la ropa que llevaba puesto. Murió el 10 de junio, tres días después del accidente. A pesar de este final casi miserable, miles de personas asistieron a su funeral. Los barceloneses lo definieron desde aquel momento ''el arquitecto de Dios''