Durante los diez años siguientes, la década ominosa, Fernando VII tomó medidas antiliberales y conservadoras, reponiendo la Inquisición y clausurando las universidades. Sin embargo, se vio obligado a establecer contactos con los liberales doceañistas para asegurar que apoyarían la sucesión de su hija Isabel. Este acercamiento del rey al liberalismo provocó la reacción de los absolutistas, que se agruparon en torno a su hermano Carlos, lo que daría lugar al bando o Partido Carlista.
Fernando VII murió en 1833 dejando a su hija Isabel, todavía una niña, como heredera de la Corona. Para que pudiese ser reina, antes de su muerte decretó una nueva ley, la Pragmática Sanción, anulando la Ley Sálica, que prohibía reinar a las mujeres. Esto desencadenó una guerra civil entre el bando partidario de Carlos y el que defendía la legitimidad del reinado de Isabel.