Actitudes o sentimientos positivos (auténticos, sinceros, de interés, de comprensión, estima, etc.) e incluso negativos (ira, aversión, pena etc.) que el terapeuta debe presentar con respecto al paciente o colocarse en el lugar de la persona, a través de comportamientos verbales y no verbales. Esto puede logarse cuando el entrevistador se conoce y sabe controlar sus fantasías y emociones.