El anarquismo abanderaba un ideal como el de la sociedad comunista, pero era contrario a la acción política parlamentaria, que sí aceptaban los socialistas, y otorgaba mucho protagonismo al campesinado en la lucha contra el capitalismo. Su participación política se basaba en la acción directa mediante huelgas, movilizaciones y, llegado el caso, incluso actos de violencia y de sabotaje. En el siglo XIX tuvo una implantación menos significativa que el marxismo, salvo en países como Rusia, Italia o España.