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Giro a la izquierda y regreso del populismo - Coggle Diagram
Giro a la izquierda y regreso del populismo
El Consenso de Washington hace agua
La tónica general en el cambio de siglo fue la de un «lustro perdido», en expresión del entonces secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina
La gravedad de la crisis de la deuda había extendido a finales de los 80 –la «década perdida»– la idea de que era imprescindible cambiar el modelo económico
La crisis económica y política en Argentina, en diciembre de 2001, marcó probablemente el fin del Consenso de Washington.
La victoria de Luiz Inácio «Lula» da Silva en las elecciones presidenciales de 2002 fue otro momento decisivo en el giro de la región hacia posiciones hostiles a las ideas neoliberales.
Existe sin embargo otra coincidencia, más notable en un momento en que los gobiernos de Venezuela, Argentina y Bolivia son calificados con bastante fre- cuencia de populistas.
el nuevo estancamiento de la economía hizo que el optimismo se disipara.
Los costos sociales de la crisis de la deuda y de las reformas posteriores, que la continuidad del crecimiento económico debería haber restañado, no solo se hicieron más patentes, sino que se agravaron.
El principios fundamentales del Consenso de Washington, la estabilidad macroeconómica y monetaria, parece haberse incorporado al sentido común y a la práctica de los gobiernos que más critican el neoliberalismo de los años 90.
¿De qué hablamos cuando hablamos de populismo?
El Consenso de Washington ha perdido gran parte de su credibilidad y se ha producido una reacción en contra de las ideas que lo respaldaban, de lo que podríamos llamar el «paradigma neoliberal».
Este cambio de clima ha favorecido a los candidatos de izquierda –como Lula, Tabaré o Bachelet– en aquellos lugares en los que estas opciones existían y tenían credibilidad como alternativas de gobierno.
la consolidación de un liderazgo populista con- tribuye a profundizar la crisis de los partidos preexistentes, ya que su discurso fomenta el descrédito de éstos
y a menudo sus políticas están dirigidas a socavar los mecanismos de funcionamiento de la representación, erosionando sus bases sociales y recortando su papel en las instituciones.
Este discurso denuncia a la elite política anterior y al conjunto de los partidos políticos tradicionales como traidores a los intereses populares, para presentar a los nuevos gobernantes como verdaderos representantes de esos intereses.
Los costos políticos del populismo
recordar, que el programa de reformas económicas es tuvo acompañado en bastantes ocasiones por la recomendación de que el Ejecutivo se blindara frente a las presiones populares, para evitar la paralización de las reformas o el inicio de un nuevo ciclo de economía populista.
el nuevo populismo ha dado origen a tensiones regionales en los últimos meses, precisamente en un momento en que la buena marcha de la economía y la opinión de amplios sectores parecían haber creado las condiciones para avanzar hacia una mayor integración y una mejor coordinación de las políticas nacionales.
su crítica debe partir de las consecuencias que tiene para la democracia y sus instituciones
antes de analizar su política económica e independientemente de que ésta encaje o no en el estereotipo del populismo económico.
Es bastante evidente que hoy América Latina cuenta con gobiernos pragmáticos y responsables que no se dejarán llevar fácilmente por la vía del enfrentamiento.
Pero también es indudable que los riesgos están ahí, y que el descontento social facilita la exportación de un discurso y de una forma de hacer política.
La izquierda y el populismo
para poder competir con el populismo hace falta una izquierda con historia pero también con ideas nuevas, y para lograr esto último puede ser necesario un relevo generacional entre los dirigentes.
El primer problema es que, para muchos sectores progresistas, el populismo es ya una política de izquierda, en la medida en que introduce medidas sociales y económicas favorables a las mayorías.
Así, incluso partidos que defienden el socialismo democrático pueden entender que en otros países el populismo es la expresión real de la izquierda.
el populismo, incluso si se somete a las reglas de juego de la democracia, no es un proyecto democrático
Divide a la sociedad a través de su distinción maniquea entre sectores populares y oligárquicos, basa su discurso en la confrontación
La izquierda no solo tiene que enfrentar la competencia del populismo, sino que debe ser capaz de mantener la cohesión pese a sus diferencias internas entre lo deseable y lo posible en cada momento.
Si la izquierda democrática permite que se magnifiquen las diferencias ideológicas dentro de ella, crecerán los riesgos de su fragmentación e irrelevancia,