Al productor le convendría cobrarle al distribuidor $35 por unidad, de modo que el distribuidor le sume a esto el costo de distribuir y llegue al consumidor a un precio de $65. De esta forma, el productor aprovecharía todo su poder y ganaría $1.225 ($35*35).1 No obstante, esta situación es impracticable sin que medie un contrato. El distribuidor, al estar solo, queda con cierto poder de mercado, y en lugar de cobrar $65 a los consumidores, puede observar la demanda que tiene, obtener de ella el ingreso marginal e igualar $65, su costo unitario y marginal, con ese ingreso marginal. En este caso, al distribuidor le convendrá cobrar $82,5. A este precio, sin embargo, los consumidores demandarán sólo 17,5 unidades, perjudicando los beneficios del productor y de los consumidores. Debido a lo anterior, al productor de nuestro ejemplo le conviene limitar el precio que el distribuidor desea cobrar.
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