Se hace necesario una capacitación que no sólo se convierta en la adquisición y posesión de más contenidos, sino en la capacidad de aprender a aprender y de aplicar el conocimiento. Por ello, el aprendizaje autorregulado debe tomar la conducción del aprendizaje y promover la disposición del docente a aprender a lo largo de la vida, que es quizá el principal objetivo de las actuales reformas educativas. Esta premisa requiere un contexto educativo en el que el alumno tenga posibilidad de tomar conciencia de su aprendizaje, involucrarse en el proceso, proponerse metas, analizar y evaluar sus resultados.Para ello es necesario un cambio en la enseñanza que implique un desplazamiento del protagonismo y la atención desde el profesor al alumno, de ahí que hablemos de enseñanza centrada en el alumno. Sus rasgos más destacables son, por una parte, el hecho de que profesor y alumno comparten la responsabilidad del aprendizaje y, por otra y en relación con la primera, el énfasis en el rol del profesor como diseñador y facilitador del aprendizaje de sus alumnos.Sin embargo, las funciones del docente relacionadas con el desarrollo profesional no han evolucionado de modo paralelo y, en consecuencia, existe un vacío entre la formación teórica y el ejercicio en el aula. Para superar esta brecha, es apremiante la mejora de los modelos de formación docente.El nuevo rol docente requiere de profesores más comprometidos con su enseñanza y parecen más dispuestos a caminar hacia una enseñanza centrada en el alumno. Sin embargo, ¿qué ocurre con los alumnos? No hay que olvidar que uno de los principales objetivos de este enfoque es lograr que éstos sean capaces de autorregular su aprendizaje, tarea que les exige una mayor dedicación e implicación en el estudio.