Desde Abraham y Moisés hasta los primeros tiempos del cristianismo, una serie de
acontecimientos influyeron profundamente en la evolución del judaísmo.
En este periodo de tiempo surgieron unos hombres providenciales, escogidos por
Dios, que guiaban y orientaban al pueblo de Israel en su reflexión religiosa. Predicaban la
conversión de corazón y, en las adversidades, ayudaban al pueblo a mantener el espíritu
religioso. Eran los profetas que preparaban la venida del Mesías, el Hijo de Dios.
Esta etapa de la historia del pueblo de Israel se conoce como Historia de la Salvación y
es compartida por el cristianismo.
En el año 70 de nuestra era, los romanos, que dominaban Palestina, destruyeron el
templo de Jerusalén y los judíos, sin tierra, sin patria y sin Templo, se dispersaron por todo el
mundo conocido.
En ese momento adquiere una gran importancia el judaísmo rabínico, centrado en la
figura del rabino, maestro de la Ley y responsables de la sinagoga, su centro aglutinador.
En los siglos X y XI, los judíos colaboraron en el desarrollo cultural tanto del mundo
musulmán como del cristianismo. Nuestra cultural da testimonio de ello. Pero la intolerancia,
las expulsiones de judíos de muchos países y, ya en el siglo XX, el exterminio de seis millones
de judíos durante la II Guerra Mundial han marcado profundamente su historia.