A este enfoque se le cuestiona que si el elector decidiera
su voto sólo conforme a cálculos racionales de corto plazo y únicamente en función de su interés personal, sería abstencionista, porque su sufragio aislado no decide el resultado de las elecciones, ni será el beneficiario directo y único de la victoria electoral; en consecuencia, no valdría la pena pagar los costos de recabar información, analizar opciones, calcular la decisión y acudir a las urnas.