Conociendo a su hijo las llamadas a la prudencia estaban de más, no se te ocurra invitar a Julio a dar un paseo en moto. Insistía la madre una y otra vez aunque no me lo imagino subido en ese cacharro, nunca se sabe. Pilar asentía con la cabeza sin rechistar, su hermana mayor debía de estar loca si creía que iba a llegar de paquete. Si había aceptado quedarse con él un par de semanas era únicamente por el dinero. Al regreso Julio no le hizo el menor reproche, a Pilar. A la mañana siguiente al levantarse Pilar encontró el desayuno servido sobre la mesa y a Julio extrañamente silencioso. Te pasa algo, pregunto mientras embadurnaba de mantequilla una tostada. El domingo se corre un gran premio de motos y te lo vas a perder por mi culpa. Tu estas deseando reunirte con tus amigos y yo quería estar solo, tú estás loco Julio, yo no tengo ni ninguna responsabilidad con sus padres. Además estoy de vacaciones y no quiero salir de casa, fijamente en la noche nos llamaron y siempre puedo inventar cualquier excusa, quería estar seguro de que no habría arrepentimiento de última hora. Incluso si su tía no le devolvía el dinero, lo daría por bien invertido, era el amo y señor, el dueño del castillo. Julio se sentía en la gloria.