El estilo de Georgina Lázaro, musical, costumbrista y diáfano, busca transmitir emociones y sensaciones de forma amable y eufónica, a la manera de los siempre vigentes cantares y romances de la tradición popular. Su obra, como la propia autora se ha encargado de explicar, tiene un alto componente autobiográfico. Así sucede, por ejemplo, con Mi caballo (Everest, Madrid, 2001), donde recrea la historia de un caballito de palo que se convirtió en el juguete preferido de su hijo más pequeño, y también en -muchas otras historias con las que pretendí proteger mis recuerdos del olvido .