Para Gombrich el arte es una respuesta estética a un problema estético, no psicológico, de ahí que defienda la idea de que la percepción y la ilusión en la representación no dependen sólo del grado de naturalismo de la imagen, sino también de la experiencia visual y no visual del espectador, y de sus expectativas.
A estos influjos hay que unir su preocupación por fundamentar la historia del arte como ciencia, para lo cual, el historiador del arte, además de centrar su atención en el artista individual y concreto, debe ser capaz de valorar los testimonios históricos, inscripciones, documentos, crónicas y otras fuentes primarias, adoptando, como cualquier científico, el esquema de ensayo y error.