Haeckel mantenía que el desarrollo del embrión humano repetía la evolución filogenética de los embriones. Es decir, que el desarrollo psicológico del ser humano, desde la infancia hasta la adolescencia, repetía mutatis mutandis el proceso evolutivo de la especie. Así, el individuo, al ir pasando por las diferentes etapas, desde la infancia a la adolescencia, iba recorriendo las fases de estado animal, de menos a más evolucionado, antropoide, salvaje y civilizado.