Toda evaluación deberá, en lo posible, ser veraz o de confianza; esto significa que, frente a la veracidad, las evaluaciones deberán presentarse como actos conscientes de persuasión, pues en muchos casos carecen de certidumbre y de carácter concluyente, por lo que deberán, además, construirse a partir de la argumentación. Otras características, además de la veracidad, es estar acompañada de objetividad, validez e imparcialidad.