En un lejano pueblo y hace muchos años, vivía Sabrina, una pequeña niña que era muy querida por todos los vecinos. Ella había sabido ganarse el afecto de todos porque siempre estaba corriendo alegremente por las calles del pueblo, cantando y llenando de flores silvestres las ventanas de las casas.Cierto día se enfermó. Despertó a las cuatro de la madrugada con muchísima fiebre. Sus papás la atendieron de inmediato y le dieron las medicinas apropiadas para estos casos, al mismo tiempo que le ponían paños fríos en la frente. Sin embargo, la fiebre no cedía y, a pesar de los esfuerzos y de la dedicación de sus padres, no podían bajársela.