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RESUCITADO POR DIOS, REFLEXIÓN - Coggle Diagram
RESUCITADO POR DIOS
DIOS HA HECHO JUSTICIA AL CRUCIFICADO
El Padre no lo ha salvado de la muerte, pero sí en la muerte. Se puede decir que, al resucitarlo, lo ha engendrado como al hijo más querido.
La resurrección obligó a los primeros creyentes a profundizar en su muerte con una luz nueva. Acaban de descubrir que, al morir, Jesús ha entrado en la “gloria” de Dios.
El Padre no quiere que maten a su Hijo querido: es la ofensa más dolorosa que le pueden hacer.
Pero, si hace falta, dejará que lo sacrifiquen, no intervendrá para destruir a quienes lo crucifican, seguirá amando a mundo y revelará a todos hasta qué extremos insondables llega la “locura de su amor” a los hombres.
Los primeros cristianos lo confiesan admirados: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo” (Juan 3,16).
Este Dios que acoge a Jesús en el interior de su muerte no ha estado nunca separado de él.
Mientras agonizaba, Dios estaba con él, sosteniéndolo con su amor fiel, sufriendo con él y en él, identificado totalmente con él, como se ha podido ver ahora en la resurrección.
El Padre no quiere ver sufrir a Jesús. No lo ha querido nunca.
Pero, ¿por qué ha tenido que morir Jesús? Si Dios lo ama tanto. “Cristo ha muerto por nuestros pecados según las Escrituras” (1 Corintios 15,3); pero, ¿qué tiene que ver la muerte de un hombre con el conjunto de pecadores de todos los tiempos?
Los primeros cristianos explican de alguna manera la “locura” de la crucifixión.
Lo presentan como un “sacrificio de expiación”, una “alianza nueva” entre Dios y los hombres sellada con la sangre de Jesús; les agrada describir su muerte como la del “siervo sufriente”, cargando con las culpas y pecados de otros para convertirse en salvación para los demás.
Dios le ha devuelto plenificada la vida que le han arrebatado de manera tan injusta.
Más allá de la muerte solo
tiene poder el amor insondable de Dios.
Dios no aparece tampoco descargando su ira sobre Jesús. En ningún momento le hace responsable el Padre de pecados que no ha cometido; no considera a su Hijo como “sustituto” de pecadores.
En Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, sin tomar en cuenta las transgresiones de los hombres” (2 Corintios 5,19).
No perdonó a su propio Hijo, antes bien lo entregó por nosotros, ¿cómo no va a damos gratuitamente todas las demás cosas juntamente con él?” (Romanos 8,32). Este amor es inaudito.
Ese silencio de Dios en la cruz no significaba abandono del crucificado. Dios estaba con Jesús. Por eso, al morir, se ha encontrado resucitado en sus brazos.
La resurrección ha mostrado que Dios estaba con el crucificado de manera real, sin intervenir contra sus verdugos, pero asegurando su triunfo final.
Esto es lo más grandioso del amor de Dios: que tiene poder para aniquilar el mal sin destruir a los malos.
Dios no aparece como alguien que exige previamente de Jesús sufrimiento y destrucción para que su honor y su justicia queden satisfechos y pueda así “perdonar” a los hombres.
Jesús es inocente; el pecado no ha entrado en su corazón. En la cruz no está sufriendo ningún castigo de Dios.
Está padeciendo el rechazo de quienes se oponen a su reino. No es víctima del Padre, sino de Caifás y Pilato.
Lo que salva a la humanidad no es algún "misterioso” poder salvador encerrado en la sangre derramada ante Dios.
El sufrimiento sigue siendo malo, pero, precisamente por eso, se convierte en la experiencia humana más sólida y real para vivir y expresar el amor.
LA EXPERIENCIA DECISIVA
El objetivo de los evangelistas es hacer entender a todos que su vida y su muerte han de ser comprendidas en una dimensión nueva.
Se empeñan en rastrear huellas históricas se
podría resumir así:
1) Se trata de una experiencia compartida por diversos seguidores y repetida en diversas circunstancias.
2) Probablemente, las primeras experiencias de los varones tuvieron lugar en Galilea.
3) Se discute si la primera aparición fue a Pedro o a María Magdalena.
4) Experiencias se vivieron en el contexto de comidas o cenas en que se recordaba con más intensidad a Jesús.
5) experiencias como superación de una culpabilidad reprimida como Pedro.
El núcleo central es el encuentro personal con Jesús lleno de vida. Jesús vive y está de nuevo con ellos; todo lo demás viene despúes.
Pablo dice que él solo puede decir que “ha sido alcanzado” por Cristo Jesús; el resucitado se ha apoderado de él, lo ha hecho suyo. Se siente un hombre nuevo. Ya no vivo yo, Cristo vive en mí.
Más que mostrar su figura visible, el resucitado actúa en sus discípulos creando unas condiciones en las que estos pueden percibir su presencia.
Este encuentro con Jesús resucitado es un regalo. Los discípulos no hacen nada para provocarlo. Los relatos insisten en que es Jesús el que toma la iniciativa.
El resucitado les regala la paz y la bendición de Dios, y los discípulos se sienten perdonados y aceptados de nuevo a la comunión con él.
En el corazón mismo de este proceso está Dios inspirando su búsqueda, iluminando sus preguntas, desvaneciendo sus dudas y despertando su fe inicial a horizontes nuevos. Dios está haciendo presente a Jesús resucitado en sus corazones.
Según Schillebeeckx, este perdón
es “la experiencia que, iluminada por el recuerdo de la vida terrena de Jesús, viene a ser la matriz donde nace la fe en Jesús en cuanto resucitado”.
El encuentro con el resucitado transforma de raíz a los discípulos. Jesús les ofrece de nuevo su confianza: su infidelidad queda curada por el perdón; pueden iniciar una vida nueva.
Encontrarse con él es sentirse llamado a
anunciar la Buena Noticia de Jesús.
¿QUEDO VACÍO EL SEPULCRO DE JESÚS?
Ciertamente, Jesús no tuvo un entierro con honras fúnebres. No asistieron sus seguidores. Todo fue muy rápido, pues había que acabar antes de que llegara la noche. No sabemos con certeza si se ocuparon de él los soldados romanos o los siervos y tampoco si terminó en una fosa común.
Lo que provoca en las mujeres no es fe, sino miedo, temblor y espanto.
Es el mensaje del ángel lo que hay que escuchar, y, naturalmente, esta revelación exige fe.
Solo quien cree en la explicación que ofrece el enviado de Dios puede descubrir el verdadero sentido del sepulcro vacío
Es un error buscar al crucificado en un sepulcro; no está ahí; no pertenece al mundo de los muertos.
Es una equivocación rendirle homenajes de admiración y reconocimiento por su pasado.
Ha resucitado. Está más lleno de vida que nunca. Él sigue animando y guiando a sus seguidores.
Ocasionalmente, las autoridades romanas daban su autorización y permitían que un crucificado pudiera recibir una sepultura más digna como Filón y Tito lo consiguieron .
Dios crea para Jesús un “cuerpo glorioso” en el que se recoge la integridad de su vida histórica.
Para esta transformación radical no parece que el Creador necesite de la sustancia bioquímica del despojo depositado en el sepulcro.
Según Marcos, José de Arimatea hizo lo que pudo: “Envolvió a Jesús en una sábana” y “lo puso en un sepulcro que estaba excavado en la roca"
Hay que “volver a Galilea” para seguir sus pasos:
Vivir curando a los que sufren, acogiendo a los excluidos, perdonando a los pecadores, defendiendo a las mujeres y bendiciendo a los niños.
Hacer comidas abiertas a todos y entrar en las casas anunciando la paz; contar parábolas sobre la bondad de Dios y denunciar toda religión que vaya contra la felicidad de las personas
Seguir anunciando que el reino de Dios está cerca. Con Jesús es posible un mundo diferente, más amable, más digno y justo. Hay esperanza para todos.
Según una tradición, Jesús fue enterrado por las autoridades judías que “pidieron a Pilato que le hiciera morir”, y luego “le bajaron del madero y le pusieron en un sepulcro” (Hechos de los Apóstoles 13,28-29)
Según el relato, un “ángel” de Dios las sacó de su desconcierto con estas palabras: “No os asustéis. Vosotras buscáis a Jesús de Nazaret, el crucificado. ¡Ha resucitado! No está aquí. Mirad el lugar donde lo pusieron.
Ahora id a decir a sus discípulos
Es iluminadora la actitud de Pablo de Tarso, que explica y desarrolla su teología de la resurrección “corporal” de Cristo sin que sienta necesidad de hablar del sepulcro vacío.
EN QUE CONSISTE LA RESURECCIÓN DE JESÚS
Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, no vuelve a morir, la muerte no tiene ya dominio sobre él.
Porque, cuando murió, murió al pecado de una
vez para siempre; su vivir, en cambio, es un vivir para Dios” (Romanos 6,9-10).
Jesús puede ser visto y tocado, puede comer y
subir al cielo. Si entendemos, Jesús ha regresado de nuevo a esta tierra para seguir con sus discípulos como en otros tiempos.
Jesús, por el contrario, entra en el país de la libertad y de la luz. Una vida liberada donde ya la muerte no tiene ningún poder sobre él.
Cuando Dios resucita a Jesús, resucita su vida terrena marcada por su entrega al reino de Dios, sus gestos de bondad, su juventud, sus luchas y conflictos, su obediencia hasta la muerte.
Jesús resucita con un “cuerpo” que recoge y da plenitud a la totalidad de su vida terrena. (Filipenses 3,21)
La resurrección de Jesús es un hecho real, Jesús no vuelve a esta vida, sino que entra definitivamente en la “Vida” de Dios.
El “cuerpo” es toda la persona tal como ella
se siente enraizada en el mundo y conviviendo con los demás.
Para ellos es impensable imaginar a Jesús
resucitado sin cuerpo: sería cualquier cosa menos un ser humano.
Para los primeros cristianos la resurrección de Jesús es una actuación de Dios que, con su fuerza creadora, lo rescata de la muerte para introducirlo en la plenitud de su propia vida.
La resurrección no pertenece ya a este mundo que nosotros podemos observar. Es un “hecho histórico".
Los cristianos de primera generación dicen que Jesús ha sido resucitado por la “fuerza” de Dios,
DIOS LO HA RESUCITADO
La idea de resurrección la expresan con
dos términos: “despertar” y “levantar”.
Dios ha bajado hasta el mismo sheol. Entre ellos, Dios “ha despertado” a Jesús, el crucificado, lo ha puesto de pie y lo “ha levantado” a la vida.
La ejecución de Jesús los hunde en una crisis radical. Probablemente, más que hombres sin fe son ahora discípulos desolados que huyen del peligro, desconcertados ante lo ocurrido.
“Si creemos que Jesús murió y que
resucitó, de la misma manera Dios llevará consigo a quienes murieron con Jesús
Para los primeros cristianos, “Resucitar” es ya ser exaltado, es resucitar, ser arrancado del poder de la muerte. Los dos lenguajes se enriquecen y complementan mutuamente para sugerir la acción de Dios en el muerto Jesús.
Al poco tiempo sucede algo difícil de explicar. Estos hombres vuelven de nuevo a Jerusalén y se reúnen en nombre de Jesús, “Jesús está vivo. Dios lo ha resucitado”. Su convicción es
unánime e indestructible.
Dios “ha exaltado” a Jesús, “lo ha elevado a su gloria”, lo “ha sentado a la derecha de su trono” y lo “ha constituido como Señor”.
Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios lo
resucitó de entre los muertos, te salvarás”
La confesión de fe más importante y significativa la encontramos en
una carta que Pablo de Tarso.
“El Dios de nuestros padres ha resucitado a
Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo de un madero. A este, Dios lo ha exaltado a su derecha como Jefe y Salvador” (Após. 5,30-31).
EL CAMINO A LA NUEVA EN CRISTO RESUCITADO
El Testamento de los doce patriarcas
contienen afirmaciones claras: “Los muertos en el dolor se alzarán en la alegría... y los muertos en el nombre del Señor despertarán para la vida”.
La resurrección anticipada de una persona, antes de llegar el fin de los tiempos, era algo insólito. En general se esperaba de manera generalizada y en plural la “resurrección de los justos”.
Jesús, asesinado injustamente por su fidelidad a Dios, no ha podido ser aniquilado por la muerte; en él se ha cumplido de manera eminente el destino del mártir reivindicado por Dios.
“Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio y el horror eternos.
Los sabios brillarán como el esplendor del firmamento; los que guiaron a muchos por el buen camino serán como las estrellas por toda la eternidad” (Daniel 12,1-2)
Los seguidores de Jesús terminan hablando de su resurrección como fuente de salvación para toda la humanidad, “primicia” de una resurrección universal, inauguración de los últimos tiempos.
En su proceso confluyen preguntas, reflexiones, acontecimientos inesperados, vivencias de fe especialmente intensas.
Los discípulos de Jesús, como casi todos los judíos de su época, esperaban para el final de los tiempos la “resurrección de los justos”. Sin este horizonte de esperanza difícilmente hubieran podido decir algo de la resurrección.
Los discípulos habían quedado muy “marcados” por Jesús.
La crucifixión no había podido borrar de un golpe lo que habían vivido junto a él.
En Jesús habían experimentado a Dios irrumpiendo en el mundo de manera nueva y
definitiva.
Su fuerza curadora destruía el poder de Satán y rescataba del mal a enfermos y poseídos, apuntando hacia un mundo nuevo de vida plena.
Los seguidores de Jesús han recurrido a su fe en la fidelidad de Dios y en su poder sobre la muerte, han recordado lo vivido junto a Jesús con tanta intensidad.
DIOS LE HA DADO LA RAZÓN
Empiezan a recordar sus palabras, pero no como si fueran el testamento de un maestro muerto que pertenece al pasado, sino como palabras de alguien que está “vivo” y sigue hablando con la fuerza de su
Espíritu.
Con su acción resucitadora, Dios ha confirmado la vida y el mensaje de Jesús, su proyecto del reino de Dios y su actuación entera. Lo que Jesús anunciaba en Galilea sobre la ternura y misericordia del Padre es verdad.
Los seguidores de Jesús no recuerdan solo sus palabras. Recogen también sus hechos y su vida. No lo hacen para redactar la biografía de un gran personaje ya muerto, ni para trazar su retrato histórico o psicológico.
“Vosotros lo matasteis clavándole
en la cruz por mano de unos impíos, pero Dios lo resucitó”.
Los evangelios han sido escritos no solo para saber quién fue Jesús, sino para anunciar qué es, de hecho, una vez resucitado, para sus seguidores, y qué puede esperar de él la humanidad.
Dios no ha abandonado a Jesús. Ha salido en su defensa. Se ha identificado con él, despejando para siempre cualquier ambigüedad.
Para los seguidores de Jesús, la resurrección no es solo una victoria sobre la muerte; es la reacción de...(no dice en el libro)
Marcos Marcos no escribe una
“vida de Jesús”, lo que quiere es anunciar “la Buena Noticia de Jesús, Mesías e Hijo de Dios”.
Tampoco Mateo está interesado en escribir una biografía de Jesús. Mateo comienza su escrito presentando la “genealogía de Jesús”.
En el evangelio de Lucas se respira otro clima. La alegría está presente desde el principio. Esa “alegría” que ha de inundar a todos y esa “paz” que cantan los ángeles en Belén.
Juan, es un escrito que va a iluminar la vida de Jesús con una profundidad teológica nunca antes desarrollada por ningún evangelista.
PORQUE
Los muertos son como “sombras” y duermen en el polvo sin poder alabar a Dios. Nadie retorna del sheol. Allí permanecen olvidados por el mismo Dios
¿Va Dios a abandonar en el “país de la muerte” al que, lleno de su Espíritu, ha infundido salud y vida a tantos enfermos y desvalidos?
Según la concepción bíblica, al morir, las personas descienden a un lugar llamado sheol, donde reina el silencio total, la oscundad y el polvo.
“¿Por qué ha abandonado Dios a aquel hombre ejecutado injustamente por defender su causa?”.
Sin duda les apena la muerte de un hombre cuya bondad y grandeza de corazón han podido conocer de cerca, pero tarde o temprano este es el destino de todos.
REFLEXIÓN
Es uno de los textos en el cual me favoreció demasiado a mi ser interior. Estoy libre de dudas y sobre todo más fiel y creyente a la palabra de Dios. Me di cuenta que soy muy amada por Dios y que haría todo para que yo sea feliz. Sé que ama a Jesús tanto como a mí. Su amor es inaudito y muy infinito. Es tan profundo e interesante el saber todo esto, me abrió una manera de ver las cosas diferentes y sus lecciones de cada evangelio, ellos no quieren hacerlo ver como una biografía, sino como algo puro y celestial que nos quieren dar a conocer.