Este tipo de relación, que se deriva de los trabajos de Martin Buber (1958), implica el encuentro de dos personas de igual derecho. Es decir, sin importar su edad y educación, el terapeuta no es una persona mejor o más importante que su cliente. Los terapeutas llegan a las sesiones de manera plena, genuina y congruente; respetan y honran a los clientes mientras presentan el self, sin juicios ni manipulación. Al mismo tiempo, deben respetar sus propios límites y fronteras y no perderse ante la situación del cliente