"Entonces yo tenía una novia de infancia. Se llamaba Susi. Era flaca y pecosa. La conquisté con la única gracia que sabía: imitar a los animales. Fue durante unas vacaciones, en ese pueblo seco. Lo de novios, es un decir. Ni ella ni yo lo supimos nunca. Estábamos siempre juntos. Eso. A veces solos. A veces formando parte de las jorgas de niños y niñas. Íbamos y veníamos por los caminos de arena clara, las quebradas de tierra colorada y los esporádicos bosques de eucaliptos. O metidos en el grupo que se juntaba, en la mañana, para bajar a la piscina. O, en la tarde, para explorar los alrededores del pueblo. O, en la noche, para cantar en torno a una fogata, capturar luciérnagas y ver el cielo estrellado."