Los accidentes causan desde hace muchos años una gran cantidad de víctimas entre los niños y adolescentes de nuestro país. Algunos de estos casos, lamentablemente, son fatales. Los que no lo son dejan a veces secuelas irreparables, otros requieren largos y laboriosos períodos de recuperación, que implican un gasto económico y social considerable, además de un desgaste emocional y psicológico que alcanza a toda la familia. Estos accidentes no son “inevitables” ni “obra de la fatalidad” como se suele escuchar. En la mayoría de los casos son producto de la desinformación, la imprevisión o la franca negligencia de los adultos.