El primer caso, la quema de los combustibles fósiles genera unas partículas que van a parar a la atmósfera, pudiendo perjudicar el entorno del planeta. Por eso, este tipo de centrales poseen chimeneas de gran altura que dispersan estas partículas y reducen, localmente, su influencia negativa en el aire.
En el caso de la trasferencia térmica, las centrales térmicas de ciclo abierto pueden provocar el calentamiento de ríos y mares. Afortunadamente, este impacto se soluciona utilizando sistemas de refrigeración que enfrían el agua hasta dejarla en una temperatura adecuada para el medio ambiente.
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