Como escribió LeviStrauss, a los hombres siempre les costó considerar la diversidad de las culturas como un “fenómeno natural, resultado de las relaciones directas o indirectas entre las sociedades” [1952]. La mayoría de los pueblos denominados “primitivos” consideran que la humanidad termina en sus fronteras étnicas o lingüísticas, y por eso se designan a sí mismos con un nombre de etnia que significa, según los casos, “los hombres”, “los excelentes”, o incluso, “los verdaderos”, en oposición a los extranjeros que no son reconocidos como seres humanos por entero.
Con esta actitud, los “civilizados” se comportan exactamente igual que los “bárbaros” o los “salvajes”. Al final de cuentas, ¿no tenemos el derecho de pensar, con Levi-Strauss, que el “bárbaro es, en primer término, el hombre que cree en la barbarie”