El desarrollo de la inteligencia, como el desarrollo de cualquier otro plano del desarrollo no está determinado ni por factores hereditarios ni por factores ambientales, es la consecuencia de la interacción entre las posibilidades que ofrece el código genético, las que ofrece el calendario madurativo por él establecido, y los contextos, tanto físicos, sociales e histórico-culturales, en el que el desarrollo se produce. La herencia genética ofrece una mayor o menor disponibilidad para desarrollar ciertas conductas en unos momentos determinados (periodo crítico) pero, si el desarrollo no se produce en ese momento, existen pruebas que permiten afirmar que no lo determinan de forma irreversible (Dennis, 1973; Kagan y Klein, 1973)