En lugar de enseñarle a controlarse apartándose del grupo, a hablar para decir lo que quiere en lugar de agredir, le reprenden con gritos, descalificaciones, culpabilizándole, castigándole… Le etiquetan de «agresivo», «insociable» o «egoísta», transmitiéndole la idea de que es así, de que no puede cambiar, contribuyendo de esta manera a perpetuar su comportamiento ofensivo.