Otro fenómeno consiste en un impedimento a la salida de sangre venosa procedente del hígado, con la consiguiente hipertensión en los sinusoides hepáticos. Como mecanismo compensador, el plasma sanguíneo se desvía, en proporción mayor que la normal, hacia las vías linfáticas del hígado, de donde continúa por el conducto torácico para desembocar en la vena cava superior. El flujo linfático del conducto torácico, que por lo regular tiene un volumen de 1 000 a 1 500 mL/día, aumenta a 8 000 mL/día, en presencia de cirrosis sin ascitis, y a 20 000 mL o más en el paciente cirrótico con ascitis. Cuando el volumen de plasma sobrepasa la capacidad de los conductos linfáticos, trasuda a la cavidad peritoneal y, si sobrepasa la capacidad del peritoneo para absorberlo, se acumula en forma de ascitis.