El capital está sujeto, al igual que el trabajo, a la regla del producto marginal decreciente. Consideremos, una vez más, la producción de pan en una panadería. Los primeros hornos instalados serán muy productivos. Sin embargo, si la panadería instala más y más hornos y mantiene constante el número de trabajadores, acabará teniendo más hornos de los que sus trabajadores pueden utilizar eficazmente. Por tanto, el producto marginal de los últimos hornos es menor que el de los primeros.
La empresa demanda cada factor de producción hasta que su producto marginal, que va disminuyendo, se iguala a su precio real.