Supone según Verón tres superaciones conceptuales: primero, el discurso es autónomo respecto de la lingüística, en tanto que se sitúa en un nivel superior de análisis, pero guarda con ella, sin embargo, una relación de mutua articulación; segundo, abre la posibilidad a un pensamiento ternario sobre la significación, que incluye el polo del interpretante (punto de vista) y da lugar, en tanto, a la noción de productividad de sentido; tercero, abre el análisis a dimensiones olvidadas por la tradición francesa, a saber: la materialidad del sentido y la construcción de lo real en la red de la semiosis. A partir de esta triple superación, la teoría de los discursos funda su vocación traslingüística.
Se basa en una doble hipótesis de los modos de funcionamiento de la semiosis social (entendida como la dimensión significante de los fenómenos sociales): de un lado, toda producción de sentido es social (es decir, todo proceso significante descansa sobre condiciones sociales de producción); de otro, todo fenómeno social contiene un proceso de producción de sentido (es decir, todo funcionamiento social tiene una dimensión significante constitutiva).
El paradigma en que se enmarca recupera el modelo ternario del signo propuesto por Charles Peirce y lo aplica, trasponiéndolo, a la red interdiscursiva infinita que compone la semiosis social.
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