Fui hasta Lima, caminando, y a eso de las doce llegué a Alfonso Ugarte. (…) Estuve dando vueltas por el centro, en lugares donde había mucha gente, la Plaza San Martín, el jirón de la Unión, la avenida Grau. En la tarde llegué al Parque de la Reserva, cansado y muerto de fatiga. El agua de los caños del parque me hizo vomitar. Me eché en el pasto y, al poco rato, vi acercarse a un cachaco que me hizo una señal desde lejos. Escapé a toda carrera y él no me persiguió. Ya era de noche cuando llegué a la casa de mi padrino, en la avenida Francisco Pizarro (p.256-257)