Stonyfield Farm fue fundada en 1983. Gary Hirshberg, su cofundador y quien fuera director general de la compañía durante mucho tiempo, se basó en la creencia de que había una oportunidad de negocios en la venta de productos lácteos orgánicos mientras “se restauraba el medio ambiente”. Los proveedores de la compañía evitan las prácticas de producción que imperan en la industria agropecuaria, como el uso de antibióticos, hormonas de crecimiento, pesticidas y fertilizantes. Después de calcular la cantidad de energía utilizada para el funcionamiento de su planta, Stonyfield decidió hacer una inversión equivalente en proyectos ambientales, como la reforestación, la construcción de granjas alimentadas con energía eólica y la implementación de una unidad de procesamiento anaeróbico para el agua. La compañía modificó las tapas de plástico de su yogur, lo que le permitió ahorrar aproximadamente un millón de libras de plástico al año; además, agregó en los envases mensajes relacionados con el calentamiento global, los peligros de la administración de hormonas a los animales de crianza y los alimentos genéticamente modificados. También agregó suplementos nutricionales a sus productos para ayudar al sistema inmunitario a luchar contra las enfermedades y elaboró versiones bajas en grasa de sus productos. Stonyfield dona el 10 por ciento de sus utilidades a “actividades que ayudan a proteger y restaurar la Tierra”. Si bien la marca tiene precios altos, aún no alcanza márgenes de ganancia que le permitan realizar campañas publicitarias de gran presupuesto, de manera que depende de la entrega de muestras (como en el maratón de Boston) y de las actividades de relaciones públicas tanto como de la comunicación de boca en boca y las tácticas de guerrilla. Sus progresistas prácticas de negocios no han menoscabado su desempeño financiero. Stonyfield es la tercera marca de yogur en Estados Unidos y también ofrece batidos, leche, yogur congelado y helados. Hirshberg, quien ahora sólo ocupa el cargo de presidente de la compañía, también inició una fundación sin fines de lucro llamada “Climate Counts”, la cual califica a las compañías anualmente sobre la base de sus acciones voluntarias para revertir el cambio climático. La meta es difundir la responsabilidad corporativa e informar a los consumidores acerca de cuáles son las compañías más comprometidas.