Los edificios religiosos griegos que nos han llegado solían formar parte de recintos sagrados más amplios: los santuarios. Estos gozaban de un magnífico emplazamiento natural y, en ellos, había templos, estadios y edificios conmemorativos. Los santuarios más importantes fueron el de Olimpia, en honor a Zeus; el de Delfos, dedicado a Apolo; y la Acrópolis de Atenas, donde se encontraba el Partenón.