"No es la oposición del mundo la que nos hace peligrar más. El mal que los cristianos profesos guardan en su corazón nos expone al más grave de los desastres, y retarda el progreso de la obra de Dios. No hay modo más seguro de debilitar nuestra vida espiritual que el ser envidiosos, sospechar unos de otros y dejarnos llevar por la crítica y la calumnia. “Esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrena, animal, diabólica. Porque donde hay envidia y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Mas la sabiduría que es de lo alto, primeramente es pura, después pacífica, modesta, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, no juzgadora, no fingida. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen paz”. Santiago 3:15-18. (CPI, 78)