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CAPITULO 16: LA REACCIÓN CISMÁTICA: EL DONATISMO (El donatismo surgió de…
CAPITULO 16: LA REACCIÓN CISMÁTICA: EL DONATISMO
El donatismo surgió de una cuestión escabrosa con la que ya nos hemos topado en la Primera Sección de esta historia.
Allí la gran persecución había sido más violenta, y producido más apóstatas, que en cualquiera otra parte del Imperio. Obispos hubo que entregaron a las autoridades sus copias de las Escrituras, para evitar mayores calamidades sobre sus congregaciones.
Como en otros casos anteriores, los miembros de este grupo que lograron sobrevivir recibieron el título de “confesores”, y se les veneraba por la firmeza de su fe. Pero algunos de ellos, a diferencia de los confesores del tiempo de Cipriano, se mostraron harto rigurosos para con los que habían seguido otro camino.
En esto estaban las cosas cuando, poco después de cesar la persecución, el episcopado importantísimo de Cartago quedó vacante. Ceciliano fue electo obispo. Pero esta elección no contaba con la simpatía popular, y pronto fue electo otro obispo rival, Mayorino.
Cuando Mayorino murió poco tiempo después de ser electo obispo, sus partidarios eligieron como su sucesor a Donato de Casa Negra, quien dirigió la política de sus seguidores por más de cuarenta años. Por esa razón esos seguidores recibieron el nombre de “donatistas”.
La justificación teológica del cisma se encontraba en la vieja cuestión de la restauración de los caídos en tiempos de persecución. Según los donatistas, uno de los tres obispos que habían consagrado a Ceciliano era traditor —es decir, había entregado las Escrituras— y por tanto esa consagración no era válida.
Ceciliano y los suyos respondían que la validez de los sacramentos no depende de la dignidad de quien los administra, pues en ese caso estaríamos constantemente en dudas acerca de si nuestro bautismo es o no válido, o si verdaderamente estamos recibiendo la comunión, ya que nos es imposible saber a ciencia cierta el estado interior del alma del ministro que nos ofrece tales sacramentos.
Tampoco sus sacramentos eran ya válidos, pues se habían contaminado. Luego, si algún miembro del partido de Ceciliano decidía unirse a los donatistas, éstos le hacían rebautizar. Pero si un donatista decidía unirse al otro bando éste aceptaba su bautismo, sobre la base de que el sacramento es válido por muy indigno que sea quien lo administre.
sin embargo, estas personas fueron aceptadas entre los donatistas sin mayores dificultades. Aun más, uno de los primeros instigadores del donatismo había sido un tal Purpurio de Limata, que había asesinado a dos sobrinos.
De hecho, los dos bandos pronto se dividieron según grupos sociales y geográficos. En Cartago y la región al este de esa ciudad —la región que se llamaba “África proconsular”— Ceciliano tuvo bastantes seguidores. Pero al oeste, en la región de Numidia, el donatismo era poderosísimo.
A esto se añadía el hecho de que en las comarcas más explotadas había un fuerte elemento no romanizado que conservaba sus costumbres e idioma ancestrales, y que veía en Roma y en todo lo que fuese latino una fuerza foránea y opresora.
Mucho antes del advenimiento de Constantino, el cristianismo había logrado gran número de adeptos en Numidia y entre las clases bajas del África proconsular —y, en menor grado, en Mauritania—. Estas gentes habían visto en su nueva fe una fuerza poderosa que ni aun el Imperio podía quebrantar. Al mismo tiempo, un número menor de gentes de la clase latinizada de Cartago había abrazado el cristianismo.
La situación cambió con el advenimiento de Constantino y la paz de la iglesia. Ahora el ser cristiano era bien visto por las autoridades. Se podía ser buen romano y buen cristiano al mismo tiempo.
Todo esto puede verse en las distintas etapas del conflicto donatista. Ceciliano fue electo con el apoyo de la clase latinizada de Cartago. A su elección se opusieron las clases bajas del África proconsular y casi todo el clero y el pueblo de Numidia.
Por su parte, los donatistas no vacilaron en aceptar el apoyo de los clérigos numidios que habían sucumbido durante la persecución.
Pero alrededor del año 340 apareció entre los donatistas el bando de los circunceliones —palabra que se deriva del latín circumcellas, que quiere decir “alrededor de las capillas o de los almacenes”—. Los circunceliones eran mayormente campesinos numidios y mauritanos de ideas donatistas que seguían prácticas terroristas.
Los circunceliones llevaban su fe hasta el fanatismo. Para ellos no había fin más glorioso que el martirio, y ahora que el estado no perseguía a los cristianos, los circunceliones que morían peleando contra los poderosos se consideraban también mártires.
A veces los dirigentes donatistas de las ciudades los condenaron y trataron de separarse por completo de ellos. Pero en ocasiones, cuando el donatismo organizado necesitaba una fuerza de choque, acudió a los circunceliones.
Frente a esta situación, las autoridades romanas apelaron a la fuerza. Hubo persecuciones, intentos de persuadir, grandes matanzas y ocupación militar. Pero todo fue en vano. Los circunceliones representaban un descontento popular profundo, y el movimiento no pudo ser extirpado.
Pero los circunceliones no desaparecieron. No fue sino después de la conquista del norte de África por los musulmanes, en el siglo VII, que el donatismo y los circunceliones dejaron de existir.
En conclusión, el donatismo —y en particular los donatistas radicales, o circunceliones— fue una reacción más a las nuevas circunstancias producidas por la conversión de Constantino. Mientras algunos recibieron el nuevo orden con los brazos abiertos, y otros protestaron retirándose al desierto, los donatistas sencillamente rompieron con la iglesia que se había aliado al Imperio.