Los niños pasan de compartir las actividades sociales, productivas, lúdicas, educativas, inclusive sexuales, de manera relativamente indiferenciada con los adultos, a ser reconocidos como sujetos que requieren atenciones y cuidados específicos, por lo cual deben ser segregados del mundo de los grandes.
Este nuevo modo de concebir la infancia se caracteriza por la articulación de un doble sentimiento respecto de los niños: el amor filial y la severidad, necesaria para asegurar su protección y cuidado.
El niño será caracterizado como un ser dependiente (del cuidado, la protección y la orientación de los adultos) e inocente, y la infancia como un tiempo de espera, de preparación para la vida adulta
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