Durante la mayor parte de la Edad Media la actividad principal fue la agricultura, por lo que las tierras de cultivo y los bosques eran las propiedades más preciadas. Los campesinos eran la base de la actividad productiva, pues ellos y sus familias cultivaban los alimentos. Aparte del comercio local, se produjeron importantes intercambios de productos necesarios para el hombre medieval: la sal, precisa para la conservación de alimentos, se compraba de las minas alemanas o de las salinas de la costa atlántica, las especias del lejano Oriente, los vinos del Rhin, de Borgoña o de Burdeos, las pieles de Europa del Este, la lana de Inglaterra o España, los paños de Flandes e Italia.
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