Como principio general, hay que tener en cuenta que existen distintos procesos en función de la empresa y conviene conocerlos para tener una perspectiva global. Sí es cierto que, dependiendo de la compañía y del sector de actividad se incluyen unos ítems u otros, pero esto es lo general.
Los procesos clave, también denominados misionales, son aquellos que se centran específicamente en generar valor añadido para el cliente y que serán inmediatamente percibidos por este. Están relacionados con el funcionamiento ordinario de la compañía y engloban cuestiones como la cadena de producción, la logística o la estrategia de ventas, entre otras.
Los procesos estratégicos son de largo alcance y se relacionan con el core business de la empresa, razón por la que se planifican a medio-largo plazo. Están relacionados con la adopción de un nuevo organigrama de empresa, las formas de financiación, la alianza con un partner o determinadas políticas corporativas.
Finalmente, los procesos complementarios o de soporte están concebidos para conseguir que los procesos clave o estratégicos sigan su curso con normalidad, cumpliendo con una función de apoyo. Una política de formación de personal, por ejemplo, es un proceso complementario.