La historia reporta epidemias de ictericia desde el siglo V AC, y luego principalmente en Europa durante los siglos XVII y XVIII [2]. Durante el siglo XIX se especulaba que la causa de la ictericia era un tapón mucoso que obstruía el conducto biliar. Las epidemias eran muy frecuentes en las tropas del ejército e hizo pensar que podía haber una causa infecciosa. En 1885 se descubrió que la hepatitis podía transmitirse a través de transfusiones sanguíneas y en 1923, Blumer [3], concluyó que las hepatitis infecciosas eran epidémicas después de analizar el patrón de la enfermedad en 63 brotes de ictericia en los Estados Unidos entre los años 1812 y 1922; la mayoría de las infecciones se presentaban en los niños y adolescentes, la incidencia aumentaba en el otoño y en el invierno, y aparentemente se transmitía persona a persona. Los estudios posteriores con voluntarios humanos durante y después de la Segunda Guerra Mundial permitieron diferenciar la hepatitis A de la hepatitis B y categorizarlas como entidades diferentes. Entre los años 1950 y 1970, los estudios conducidos por Krugman [4- 6] permitieron definir que la hepatitis era causada por agentes infecciosos transmitidos por la vía fecal-oral, pero también con la inoculación de sangre obtenida durante el periodo de incubación, para luego en 1973, identificarse el virus en la materia fecal mediante micros- copía electrónica.