as discusiones acerca de la relación entre la actividad del sistema nervioso central y la conducta han estado presentes siempre dentro de las principales preocupaciones de neurofisiólogos y psicólogos ( Colle & Meulders, 1970 ). El progresivo desarrollo de las neurociencias, en estas dos últimas décadas, ha generado un amplio panorama de posibilidades, donde tanto la investigación básica como la aplicada florecen a diario por los sucesivos descubrimientos que realizan las múltiples disciplinas que integran este conjunto interdisciplinar de ciencias ( Verdejo-García & Tirapú- Ustárroz, 2012 ). Dentro de este ámbito, la neuropsicología clínica se constituye en una especie de bisagra, capaz de unificar los esfuerzos prácticos derivados de las evidencias obtenidas de las principales neurociencias no conductuales (V.g.: Neurología, neurofisiología) y conductuales (V.g.: Psicología fisiológica, psicofisiología), integrando así diversas tecnologías útiles para los procesos de evaluación y el ejercicio de la rehabilitación ( Pinel, 2007 ; Portellano, 2005 ).