En el carácter radical de esta duda se presenta el principio de una primera certeza. Para engañarme o ser engañado, para dudar y para admitir que todo es falso, es menester necesariamente que yo que pienso sea algo y no nada. La proposición pienso, luego existo, es la única absolutamente verdadera, porque la misma duda la confirma. Toda duda, suposición o engaño, supondrá siempre que yo que dudo, supongo o me engaño, existo.