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Fahrenheit 451. (Era estupendo quemar. libro (Con la punta de bronce del…

- - - - . Montag mostró la fiera sonrisa que hubiera mostrado cualquier hombre burlado y rechazado
        
        Colgó su casco negro y lo limpió, dejó con cuidado su chaqueta a prueba de llamas, luego, silbando, con las manos en los bolsillos,
        
        Salió del cuartel de bomberos y echó a andar por la calle en dirección al «Metro» donde el silencioso tren, propulsado por aire,.
        
        la elevación de temperatura en aquel punto concreto donde la presencia de una persona podía haber elevado por un instante
        
        sin embargo, aminoró el paso como si de la nada hubiese surgido un viento, como sí alguien hubiese pronunciado su nombre.
        
        moviéndose a la luz de las estrellas hacia su casa.
        
        Los árboles, sobre sus cabezas, susurraban al soltar su lluvia seca. La muchacha se detuvo y dio la impresión de que iba a retroceder
        
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        Pero esa noche, Montag aminoró el paso casi hasta detenerse.
        
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        Su subconsciente adelantándose le a doblar la esquina, había oído un crudelísimo susurro.
        
        a elevación de temperatura en aquel punto concreto donde la presencia de una persona podía haber elevado por un instante
        
        el blanco rumor de su rostro volviéndose cuando descubrió que estaba a pocos pasos de un hombre inmóvil.
        
        En las últimas noches, había tenido sensaciones inciertas respecto a la acera que quedaba al otro lado aquella esquina,
        
        Pero esa noche, Montag aminoró el paso casi hasta detenerse. Su subconsciente adelantándose le a doblar la esquina, había oído un crudelísimo susurro.
        
        A Montag casi le pareció oír el movimiento de las manos de ella al andar y, luego, el sonido infinitamente pequeño,
        
        Los árboles, sobre sus cabezas, susurraban al soltar su lluvia seca. La muchacha se detuvo y dio la impresión de que iba a retroceder, sorprendida;
        
        Se deslizaba por su conducto lubrificado bajo tierra y lo soltaba con un gran ¡puf! de aire caliente
        
        en lugar de ello, se quedó mirando a Montag con ojos tan oscuros, brillantes y vivos.
      - Anduvo hacia la esquina, sin pensar en nada en particular Antes de alcanzarla,
      - atravesó la planta superior del cuartel de bomberos y se deslizó por el agujero.
        
        su boca sólo se había movido para decir adiós, y cuando ella pareció quedar hipnotizada por la salamandra bordada en la manga de él
        
        el disco de fénix en su pecho, volvió a hablar.
        
        Montag sintió que ella andaba en círculo a su alrededor, le examinaba de extremo a extremo, sacudiéndolo silenciosamente
        
        Constituía un placer especial ver las cosas consumidas, ver los objetos ennegrecidos y cambiados.
        
        libros se elevaban convertidos en torbellinos incandescentes y eran aventados por un aire que el incendio ennegrecía
        
        la sangre le latía en la cabeza y sus manos eran las de un fantástico director tocando todas las sinfonías del fuego